Puesto que somos lo que nos contamos, una vida lograda, feliz y exitosa tiene mucho que ver con el uso que hagamos de nuestra lengua. Conocerla, por tanto, tiene que ver sobre todo con aprender a usarla en interacciones sociales variadas y cada vez más complejas. Especialmente, mediante un enfoque comunicativo que desarrolle en el alumnado habilidades para comprender y producir eficazmente mensajes diversos.
Los saberes lingüísticos de nuestra materia remiten al conocimiento de un código simbólico, cargado de historia y de futuro; con sus Siglos de Oro y sus redes sociales; con sus normas gramaticales y sus reglas pragmáticas; con sus orígenes latinos y su presente digital cargado de paparruchas (noticias falsas) y oportunidades. La lengua nos invita a vivir entre el recuerdo y el deseo.
Tertulias literarias en familia, encuentros con autores, itinerarios lectores, reseñas audiovisuales, concursos de microrrelatos… Nuestra vocación por la lectura compartida es firme. El diálogo placentero, a propósito de un libro, provee de valiosos recursos y estrechos vínculos a la comunidad educativa. A quien lee se le nota en la lengua y sabemos, por quienes nos precedieron, que el refugio de la literatura enciende el alma y apaga los miedos.
La importancia de la lengua y la literatura en la enseñanza secundaria reside en abastecer la necesidad de comunicarse, oralmente y por escrito, que tiene nuestro alumnado en situaciones cada vez más complejas. Desde los contextos más íntimos e informales de las conversaciones cotidianas a los más formales de los intercambios académicos y literarios, las palabras nos representan y modelan quienes somos personal y socialmente.
La relevancia de la literatura no está en su carácter monumental y museístico, en esa retahíla de autores, obras y tendencias, sino en su condición especular, es decir, en la capacidad que tiene para interpretar lo que somos y lo que sentimos. En las obras de teatro, nos identificamos y nos proyectamos. A través de las narraciones, interpretamos el devenir del mundo. Con los poemas, ponemos voz a nuestras contradicciones. Desde la ficción hacia la verdad.